miércoles, 28 de diciembre de 2011

Diálogos

    

EL NIÑO QUE FUE FELIZ”:

     En una habitación oscura, descuidada, fría, con poca ventilación y luz, que engullía todo lo que había en su interior, había un niño llamado Pedro.
    Pedro era bajito, ojos marrones y saltones como dos bolas de pin-pon coloreadas, vestía con un pijama rasgado y roto como una noche de tormenta, estaba triste, desanimado, con lágrimas que resbalaban por sus suaves mejillas, porque era la noche del 5 de Enero y nadie se acordó de él.
    Aturdido, escuchó un ruido en la solitaria y tenebrosa calle, se levantó, abrió la ventana y se sorprendió al ver una figura elegante que lo miraba.
    La figura, que era un rey mago, se acercó lentamente hacia la ventana y le dijo:
    -¿Qué te ocurre? ¿Por qué estas llorando?
    El niño sorprendido y boquiabierto, se frotó los ojos, se pellizcó el moflete y con ojos como platos, se dirigió al rey:
    -¿Quién eres tú?, ¿cómo sabes lo que me pasa?
    -Pedro, yo soy tu amigo y vengo a ayudarte.
    -Pero yo no te conozco, cómo puedo fiarme.
    -Seguro que sí, Pedro. Seguro que has oído hablar de mí y de mis dos amigos. Nosotros repartimos regalos a todos los niños del Mundo para que sean felices.
     Pedro se dio un golpe en la cabeza, ya sabía quien era aquella figura elegante. Este, arrepentido de no haberse fiado de un rey tan supremo como él, se arrodilló ante él, diciéndole:
    -Lo siento, mi majestad, estaba tan enfadado y triste que no le reconocí. Perdonadme, majestad, yo no quería...
    -Tranquilo, Pedro, no tengo que perdonarte nada. El que tiene que pedir perdón soy yo, además de haber entrado en tu habitación y haberte asustado, se nos olvidó a mí y a mis dos amigos traerte tus regalos de Navidad.

   -No pasa nada, excelencia, hay muchos niños que quieren sus regalos por Navidad. Ya me da igual que no me hayáis traído los regalos, al verte a ti ya estoy muy feliz.
    La voz aguda de la madre de Pedro, salió agitada del salón de la planta de abajo. Esta decía que había regalos bajo el árbol de Navidad. Pedro, feliz y más animado, bajó corriendo las escaleras. Cuando ya hubo abierto todos los regalos los subió a toda prisa para enseñárselos al rey mago. Pero cuando llegó a su habitación, se llevó una desilusión muy grande, ya no estaba su amigo, se acercó a la ventana para ver si todavía no se había ido. Vio dibujada en el cielo una sonrisa que se perdía a lo lejos, sabía que era de su amigo el rey mago.
     Escuchó una voz hipnotizadora:
    -Feliz Navidad, Pedro.
    -Gracias, recordaré este momento siempre.

FIN

2 comentarios:

  1. Me gusta, porque al final todo acaba bién.

    ELENA.

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    1. Me encanta el diálogo, porque está muy bien espresado y si que acaba muy bien.
      María Martínez.

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